Al principio de la pandemia el gobierno no exigió mascarillas y luego pasó a exigirlas, no por una cuestión científica sino porque ya las había en el mercado, ¿una cuestión de “cash flow”, tal vez?
Sin embargo, no hay que perder de vista que la cuestión no es la mascarilla, ni la ciencia, ni la salud. Se trata de poner a prueba la obediencia ciega bajo histeria colectiva que han introducido en buena parte del mundo. Se trata de probar cuánta censura es capaz de soportar la humanidad a golpe de “tapabocas”, con la plena complicidad de quienes dicen hablar en nombre de la “salud de la población”. Una población que a cada paso da más síntomas de servilismo y postración.
No es de extrañar que luego los telecreyentes oficialistas digan que no hay pruebas de tal o cual tesis, (y si las hay las eliminan) o que los domesticados de acera, aplauso y balcón sostengan que oponerse a llevar mascarillas es eso que llaman “negacionismo”. A exceso de articulos científicos que cuestionan, buenas son censuras, ayer, hoy y espero que no “siempre”.
Los domesticados juegan con ventaja. No es la primera vez ni será la última en la que las pruebas desaparecen por intereses ilegítimos.
Cercanos a la Edad Media, oscilamos entre la censura y el linchamiento mediático.
¡¡Cuantos progresos hemos hecho!!